Aprender a Ser Resiliente: Parte 1
La vida no es siempre color de rosa. Es más como dar vueltas a la rueda del molino. Estamos trabajando duro, luchando cuesta arriba, amargándonos y agotándonos constantemente para tener una oportunidad para lograr nuestro cometido.
No importa a lo que te dediques, el camino que tienes por delante implicará algún tipo de esfuerzo y, si quieres tener éxito al más alto nivel, tendrás que convertirte en una persona resiliente.
¿Qué es la resiliencia psicológica?
Según psicólogos, la resiliencia suele definirse como la capacidad de adaptación frente a un estado o situación adversos. En esencia, es nuestra capacidad para soportar factores estresantes externos. Es una cualidad que todos podemos lograr. En lugar de permitir que las sorpresas de la vida nos debiliten, la resiliencia nos ayuda a levantarnos y seguir adelante.
Si bien al principio se consideraba una cualidad extraordinaria, resulta que la resiliencia es un logro humano cotidiano común. No hace falta ser una superestrella o un genio para ser resiliente. La investigadora de la resiliencia Ann Masten afirma que: «La resiliencia no procede de cualidades raras y especiales, sino de la magia cotidiana de los recursos humanos ordinarios y normativos en las mentes, cerebros y cuerpos de los niños, en sus familias y relaciones, y en sus comunidades».
Sin embargo, nuestra capacidad para ser resilientes o no tiene un impacto directo en nuestras vidas y éxito.
En la década de 1950, Emmy Werner y Ruth Smith llevaron a cabo el Estudio Longitudinal de Kauai, el único estudio realizado hasta la fecha que ha examinado el desarrollo de las personas desde su nacimiento hasta la mediana edad. Smith y Werner siguieron a un grupo de 698 niños nacidos en 1955 en la isla de Kauai y exploraron el impacto de diversos factores de riesgo, acontecimientos estresantes y factores de protección. Se realizó un seguimiento de estos niños a las edades de 1, 2, 10, 18, 32 y 40 años, para representar diferentes partes del ciclo vital.
En el transcurso del estudio, Werner y Smith identificaron un grupo de niños que experimentaban factores estresantes externos. De este grupo, dos tercios de los niños empezaron a experimentar problemas de aprendizaje y de comportamiento. A medida que envejecían, se transformaron en antecedentes de delincuencia, problemas de salud mental y otras cuestiones. Pero un tercio del grupo no desarrolló ninguno de los problemas de aprendizaje o comportamiento que experimentaron sus compañeros. Por el contrario, pasaron a convertirse en miembros sanos, felices y productivos de su comunidad. Como señalan en el estudio: «Cuando cumplieron 40 años, ninguno de estos individuos estaba desempleado».
¿Qué les diferenciaba de sus compañeros? ¿Qué capacidad especial tenían que les permitía ser más resilientes?
La respuesta es compleja, pero los investigadores descubrieron que lo que ayudaba a estos niños a ser resilientes era una combinación de factores psicológicos adecuados (como el temperamento), la presencia de una relación cercana y emocionalmente estable y algún tipo de grupo de apoyo.
Desde que se realizó el estudio, varios investigadores han abordado qué características conforman a una persona resiliente. La mayoría ha descubierto que las personas que son relativamente inteligentes, tienen buenas habilidades interpersonales, buen temperamento, sentido del humor, son conscientes de sí mismas, adaptables, buenas planificadoras, un núcleo interno fuerte y son productivas muestran un alto nivel de resiliencia. Pero que tengas esas características no significa que seas resiliente. Es más, puedes pasarte toda la vida sin saber si eres resiliente o no, mientras que otras personas ponen a prueba su resiliencia todos los días.
Al igual que la fuerza de voluntad, la resiliencia se aprende, se desaprende y se agota con el tiempo. Es un conjunto de habilidades que se moldean, se forman y se ponen a prueba constantemente por factores externos e internos. Algunos niños que mostraban signos de resiliencia acabaron perdiendo esa capacidad con la edad. Mientras que otros que no mostraron ninguna capacidad de recuperación durante la infancia, la desarrollaron durante la adolescencia.
Si la resiliencia es una habilidad que podemos adquirir, ¿cómo lo hacemos?
Ser Resiliente: Un Estudio de Caso
Sheryl Sandberg aprendió a ser resiliente cuando perdió repentina y trágicamente a su marido, Dave. La ex directora de operaciones de Facebook y madre de dos hijos tuvo que aprender a hacer frente a los cambios provocados por su muerte. Como dice en Opción B: «No tenía más remedio que levantarme cada día. No tuve más remedio que superar el shock, el dolor, la culpa del superviviente». Se negó a dejar que la culpa o la tristeza la abrumaran o la definieran. Ella fue resiliente y utilizó esa cualidad para superar sus dificultades.
El primer paso que Sheryl dio para curarse fue informarse sobre el duelo. Empezó por ponerse en contacto con expertos que la ayudaran a sobrellevar la pérdida de su marido. Adam Grant (su futuro coautor) fue uno de ellos. Adam es experto en cómo las personas encuentran motivación y sentido. Para Sheryl, aprender a mitigar el impacto que esto tendría en sus hijos pequeños fue clave. Dice que Adam le enseñó que: «Aunque el dolor era inevitable, había cosas que podía hacer para disminuir la angustia para mí y para mis hijos». A medida que Sheryl avanzaba por las distintas etapas del duelo, Adam la iba orientando sobre lo que significaban esas etapas y le enseñaba distintas herramientas y estrategias para afrontarlas.
Sheryl también utilizó palancas. Oímos hablar mucho de palancas en el contexto de los negocios, pero el término significa simplemente utilizar las habilidades de las personas, los sistemas y las herramientas que te rodean para hacer el trabajo que excede tu ancho de banda personal. De repente, Sheryl se convirtió en madre soltera, tratando de criar a sus dos hijos al mismo tiempo que dirigía una de las mayores empresas del mundo. Necesitaba pedir ayuda a los demás.
Al principio, no estaba contenta con la perspectiva. Dice: «Odiaba pedir ayuda, odiaba necesitarla, me preocupaba constantemente ser una enorme carga para todos y, sin embargo, dependía de su apoyo constante». Pero, tras recibir asesoramiento de Adam, finalmente aceptó la ayuda que los demás le ofrecían. Necesitaba la ayuda de los demás y, una vez que la aceptó, empezó a tomarse su tiempo para curarse.
También se apoyó en los que la rodeaban para obtener apoyo emocional. Personas de todo el mundo que habían sufrido tragedias similares se pusieron en contacto con ella. Dice: «La amabilidad y valentía de quienes compartieron sus experiencias me ayudaron a superar la mía». Escuchar las historias de los demás la ayudó a sentirse menos sola y le proporcionó un grupo de personas con experiencia de primera mano al que recurrir cuando necesitaba un poco más de seguridad.
En última instancia, Sheryl tuvo que seguir recordándose a sí misma las tres P: personalización (personalization), omnipresencia (pervasiveness) y permanencia (permanence). En su investigación, Martin Seligman señaló estas tres cosas como las más influyentes en nuestra capacidad para superar el trauma.
Las Tres P
1. La personalización (personalization) consiste en darse cuenta de quién es responsable en una situación.
Asumir la responsabilidad de tus actos es una cosa, pero atribuirte la culpa de cosas que escapan a tu control es algo totalmente distinto. Como dijo Sheryl en un discurso de graduación en 2016:
«La primera P es la personalización: la creencia de que somos culpables. Esto es diferente de asumir la responsabilidad, algo que siempre se debe hacer. Es la lección de que no todo lo que nos pasa es culpa nuestra».
En el caso de su marido, eso significaba que Sheryl revisaba su historial médico como si pudiera encontrar alguna pista que explicara por qué había muerto. Como si, tal vez, hubiera podido o hubiera sido capaz de descubrir algo que los médicos hubieran pasado por alto. Pero no pudo. Nunca habría podido. Practicar la personalización la ayudó a dejar de sentirse responsable al darse cuenta de que no podía serlo.
2. La omnipresencia (pervasiveness) se refiere a si algo malo que te ocurre tendrá o no un impacto interminable en toda tu vida.
Es lo contrario de mirar el mundo a través de un par de gafas de color de rosa: es mirar el mundo a través de una lente oscura.
Piénsalo así: ¿Alguna vez has tenido una mala ruptura? ¿De esas en las que te preguntas si merece la pena seguir amando? Vas a trabajar y estás completamente desmotivado. Al fin y al cabo, ¿qué importa si terminas ese informe de gastos? El amor está muerto.
Pero no está muerto. No para siempre. Y no todos los aspectos de la vida son malos sólo porque uno de ellos lo sea. Puede que hayamos perdido a nuestra pareja, pero hay otras personas que nos quieren. Nuestro trabajo impacta y mejora la vida de la gente. Nosotros importamos. Nuestro trabajo importa.
Darnos cuenta de que algo malo no tiene por qué dominar todos los aspectos de nuestras vidas, que hay partes de nuestras vidas que van bien, forma parte de volvernos psicológicamente resilientes. Nos ayuda a dejar de centrarnos en nosotros mismos y en nuestros sentimientos negativos para centrarnos en los demás y en las cosas positivas que nos rodean.
3. La permanencia (permanence) es la falsa creencia de que una mala situación va a durar para siempre.
Cuando surge algo inesperado y desbarata las cosas, parece que están irrevocablemente dañadas. Los pequeños obstáculos se convierten en problemas ineludibles. Los errores ya no se pueden corregir. Pero esto no es cierto; es temporal.
Pero es importante recordar que, salvo en el caso de una enfermedad mental, algunos sentimientos son simplemente lo que estamos experimentando en este momento. Date el tiempo y el espacio necesarios para experimentar realmente lo que sientes y luego deja que las cosas pasen. Acepta que, tal vez, habrá momentos en los que ese mal sentimiento vuelva, y no pasa nada. Vuelve a sentirlo y déjalo ir de nuevo. Aclara y repite tantas veces como sea necesario.
La resiliencia es algo que todos podemos aprender a implementar con un poco de práctica. La próxima vez que te sientas abrumado por un plazo inminente, una pérdida personal o un acontecimiento inesperado, recuerda las tres P.
Pregúntate lo Siguiente:
- ¿Esta sensación va a ser para siempre? ¿O es sólo temporal?
- ¿Qué papel he desempeñado realmente en los acontecimientos que han conducido a esto?
- ¿Afecta a un aspecto de mi vida o a todos los aspectos?
Con algo tan sencillo como responder a estas preguntas, podemos recuperar la claridad y la perspectiva en nuestras vidas. ¿Qué respuestas has encontrado? Cuéntanoslas en nuestra página de Facebook. Y no olvides suscribirte a nuestro blog.
Este es el primer artículo de una serie de tres partes sobre la resiliencia. Estos impactantes artículos fueron escritos por Madelaine Davis y aparecieron originalmente en el blog The ONE Thing; se reproducen aquí con permiso.
Este es un Post traducido de KellerInk, Publicación Oficial de Keller Williams.
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